lunes, 18 de julio de 2016

Cómo conocí a vuestro tío - Parte V: La rubia


Chicos, creo que puedo hacerme una idea de la imagen que tenéis de vuestro tío Nino. Ese friki  tierno y apocado, de ojos limpios y sonrisa sincera, que viste camisetas de superhéroes, grande como un armario de tres puertas, exjugador de balonmano, casi sin pelo (sé que cuando lea esto último emitirá un grito ultrajado), que termina con las existencias de paté de cabracho cada Navidad, que soporta estoicamente todas las bromas que le gastamos sí, que le gastamos a costa de su fobia a las aceitunas, y en el que vuestros padres buscan asesoramiento cada vez que un microchip desata el pánico en algún cacharrito de alta tecnología.

Sin embargo, la primera imagen que yo tuve de vuestro tío Nino fue muy distinta. Chicos, la primera imagen que yo tuve de vuestro tío Nino fue la de una porno-star rubia. Un avatar erótico-festivo con una mujer bien entrada en silicona y con ganas de marcha que miraba a cámara con intenciones bastante evidentes. Y yo, que no me corto un pelo y que siempre he sentido cierta aversión por las porno-stars, y más en concreto por las rubias que me disculpen las que se puedan sentir ofendidas por ello, a pesar de que no habíamos cruzado ni media palabra, me dirigí directamente a él en medio de una conversación caótica de más de treinta usuarios solo para decirle: «Oye, tú, podías quitar a la rubia, ¿no?». 

Fue como activar una palanca. Ya sabéis que a las cuerdas vocales del tío Nino les cuesta arrancar al principio, pero que en cuanto se animan hay que pedirles que se relajen un poco, y eso mismo fue lo que ocurrió aquella noche. Vuestro tío empezó a teclear y a teclear y a teclear. Y eliminó el avatar de la rubia para sustituirlo por un logo precioso de un perenquén canario (fue mi primer perenquén canario). Y yo aluciné. Y él siguió hablando, como si le hubieran dado cuerda. Y después de chatear sin descanso a través del foro durante una semana entera (una semana en la que me negué a mí misma en repetidas ocasiones que lo de bajar casi corriendo de la facultad se debiese a mis ganas irrefrenables de volver a hablar con él; una semana en la que me sorprendí más de una vez con una sonrisa tonta en los labios cada vez que aquel perenquén aparecía como «conectado»), una noche se lanzó y me envió un mensaje privado con su dirección de correo electrónico y su número de teléfono.

Y ahí comenzó todo, chicos.

¡Ah, por cierto! Tiempo después vuestro tío Nino me confesaría que en el momento en que le pedí que quitara a la rubia supo que yo era la mujer de su vida. 

No hay comentarios: