lunes, 1 de diciembre de 2014

Desastre de NaNoWriMo


Hoy es primero de diciembre. Hace justamente un mes arrancaba el NaNoWriMo 2014, una iniciativa, para quien no la conoce, destinada a escritores (noveles, profesionales, amateurs...) de todo el mundo y que propone el nada desdeñable reto de escribir una novela de 50.000 palabras en treinta días. Hace justamente un mes arrancaba yo mi NaNoWriMo, un tanto titubeante y escéptica al principio, pero con muchas ganas de unirme a ese movimiento internacional que nos tenía a todos enganchados al teclado contando palabras y días en el calendario. 

La gran mayoría de los que me conocéis sabéis que mis principales puntos débiles a la hora de crear son la indisciplina y la procrastinación (yo, que siempre he sido la niña de los dieces... Quién lo diría de mí). En otras palabras, que o me obligo o no hago nada. Después de unos meses en el dique seco, con multitud de ideas revoloteando pero pocas concretándose, yo sentía la necesidad de obligarme. Desde el principio lo enfoqué como un desafío personal, ya que, al fin y al cabo, no existe mejor premio tras una maratón como ésa que la propia gratificación y el aprender a romper las cadenas que nos impiden dar rienda suelta a nuestra inspiración. En ningún momento, ni antes de iniciar el NaNo ni después, he tenido la osadía de creer que se puede escribir en el plazo de un mes algo más que un simple borrador. Conociéndome, de hecho, 50.000 palabras no suponen para mí más que el pistoletazo de eso que después llamaremos novela, porque en mi caso aquello de "lo bueno, si breve, dos veces bueno", no suele aplicarse. Así que así estaba yo el primero de noviembre: con un deseo enorme de ponerme a prueba, con un montón de ideas en la mollera y con el objetivo claro de producir un borrador bastante desarrollado. Algo que me proporcionara la base para seguir trabajando, sumando y puliendo durante muchos meses más. 

Hoy es primero de diciembre. Eso significa que ayer a las doce de la noche se clausuró el NaNoWriMo 2014. Y el balance final, pasados esos treinta días de reto, es que, en mi caso, la iniciativa ha resultado ser... un absoluto desastre. Y, aunque esté feo culpar a otros, creo que tengo todo el derecho de hacerlo, ya que, por una vez, no ha sido debido a mi falta de compromiso o a la ausencia de inspiración. Por una vez, han sido las circunstancias las que se han empeñado en jugar en mi contra, y se me han juntado en noviembre todos los obstáculos que se me podían llegar a juntar: cuestiones laborales, exámenes varios, problemas de salud propios y ajenos, compromisos familiares, el Congreso RNR, dificultades con la tecnología... En definitiva, todas las leyes de Murphy a la vez (y estoy segura de que también alguna más que aún queda por formular).

Y me duele, sí. Me duele y me fastidia porque a lo largo de la primera semana de NaNo mi ritmo fue inmejorable. Me duele y me fastidia porque todo parecía indicar que una de esas ideas había sabido asentarse y comenzaba a ir por el buen camino. Me duele y me fastidia porque finalmente me he quedado en 24.375 palabras, es decir, que no he completado ni la mitad del reto, pero sé que, si los planetas no se hubiesen alineado en mi contra, lo hubiese logrado, y hoy, primero de diciembre, tendría en mis manos el borrador con las primeras 50.000 palabras de una novela que no tiene nada que ver con todo cuanto he escrito antes, y en la que estoy dispuesta a invertir semanas, meses o años de trabajo. No me importa lo que tarde. Sé que lo vale. 

Pero, a pesar del desastre, podría decirse que estoy contenta. Mi vena competitiva ha tenido que asumir que unas veces se gana y otras se pierde, y eso no le gusta nada. Sin embargo, a cambio me llevo 24.375 palabras que me han hecho muy feliz, todas y cada una de ellas, y una promesa firme conmigo misma de seguir esforzándome hasta conseguir que sean muchas más. Tal vez la presión ya no sea la misma, pero ahora empieza mi otro NaNoWriMo. El que no tiene un plazo límite, ni foros de discusión, ni una bonita barra azul de progreso, pero que sé que será este otro NaNoWriMo el encargado de mutar esas 24.375 vacilantes palabras en la obra más grande de mi vida (hasta la fecha).

Hoy es primero de diciembre. Empezamos...

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