sábado, 7 de marzo de 2009

Alma, de Bel Francés (Original 7-09-2008)

FINAL - VERSIÓN I

Nada más dejar atrás el límite de Pas-de-Calais, una ligera llovizna comenzó a golpetear los cristales de las ventanillas, despertando a Alma del cálido letargo en que se hallaba. Los cabellos rebeldes de su hijo le hacían cosquillas en la mejilla, donde se apoyaba, y la mujer sonrió ante un contacto que estuvo a punto de perder.
El grito del cochero la hizo incorporarse rápidamente, con cuidado de no asustar al pequeño.
-¡Sooooo!
La carroza se frenó con brusquedad y Alma asomó la cabeza por la portezuela entreabierta.
-¿Qué sucede, monsieur?
-Se acerca otro carro, madame. Tenemos que dejarle pasar.
Alma se dejó caer de nuevo contra el asiento mientras el ruido de cascos cada vez más cerca iba penetrando en su cabeza. A ese paso nunca llegarían al sur, se dijo. Cuanto más impaciente se ponía ella, más obstáculos encontraban. Suspiró y se dedicó a contemplar el húmedo paisaje que la rodeaba, distorsionado por las gotas. No podía esperar para ver a Bertrand y decirle todo aquel discurso que tenía preparado.
-¿Maman?
La voz soñolienta de su hijo le sacó una sonrisa. Al menos, a él ya lo había recuperado y no iba a volver a apartarse de su lado jamás. Ni del de su padre, si él se lo permitía.
-¿Por qué no nos movemos, maman?
-Otro carruaje nos pidió paso, car…
No le dio tiempo a terminar. En ese instante, un golpe seco sacudió el vehículo y demasiado tarde se dio cuenta Alma de la ausencia del ruido insistente de los caballos. La otra carroza no les había sobrepasado, como pensaban, sino que se había detenido justo a su lado y dos de sus ocupantes habían descendido de ella.
La portezuela del niño se abrió y unos brazos fornidos agarraron su pequeño cuerpecito, arrastrándolo hacia fuera con ellos.
-¡No! –Alma gritó desesperada al ver cómo su hijo desaparecía del interior.
Bajó ella misma del carruaje y, sin importarle la intensa lluvia que le estropeaba el peinado y el barro que ensuciaba los bajos de su vestido, echó a correr hacia la otra orilla del camino. Poco importaban ahora esos detalles que tanto le habrían preocupado antes.
Ahora sólo importaba gritar y luchar por evitar que quienquiera que fuese se llevase a su hijo. Pisó un charco y resbaló dentro de él, pero un brazo masculino con la manga empapada la sostuvo en el aire. Le clavó las uñas en los músculos y tiró de ella en dirección contraria. Alma se sintió perdida y le rogó ayuda al cochero, que la miraba impasible. Iba a morder la mano que la estrechaba cuando el desconocido la giró y enfrentó sus ojos.
-¡Bertrand! –su grito fue ahogado por el beso del hombre. Su hombre. Su beso. El más sincero, tierno y generoso de los que alguna vez habían compartido. Como si el tiempo se detuviese e incluso la lluvia volviese a subir hacia las nubes.
Cuando se separaron, ella recordó que alguien se había marchado con el niño y quiso poner sobre aviso a Bertrand.
-No te preocupes, Alma. El niño está con su tío, yo mismo se lo pedí. Aunque las formas no fueron las más adecuadas, debo reconocer…
Alma se sentía incapaz de reaccionar, envuelta en la confusión ante su sonrisa descuidada.
-Pero… pero…
-Shhhh –Bertrand rozó sus labios para hacerla callar-. Lo único que quería era unos momentos contigo a solas. Tan sólo un minuto para demostrarte por qué tú no deberías rechazarme y por qué yo no pienso volver a hacer caso de tus rechazos nunca más.
Un rayo relampagueó en el cielo e iluminó la figura de dos amantes fundidos en un abrazo de entrega.

2 comentarios:

Érika Gael dijo...

Autor: Megan

¡Artistaza! Estoy leyendo tu blog y me gusta.
Un besote reina

Megan (alias Chirli)
Fecha: 11/09/2008 23:25.

Érika Gael dijo...

Autor: Érika

Gracias, Chirli de mis entretelas!! Menudo día internáutico llevamos q hasta en la sopa nos encontramos!! :P
Fecha: 12/09/2008 00:07.